martes, 19 de diciembre de 2006

quietud

Quieta, muda, estancada. Pero con los ojos abiertos casi sin parpadear de puro ver.
Como hipnotizada.
Veía pasar delante de ella cada uno de los gestos, cada una de las miradas, cada acercamiento. Y cada retirada.
Estuvo así un día, otro, otro y otros más.
Algunas personas cercanas, que lo percibían, ni se animaban a interrogarla. Tal vez por miedo a resquebrajarla y que se derramara todo el dolor de lágrimas que intuían en su interior.
Otros (la mayoría) ni siquiera lo habían notado.

Un día -muchos creen que un día cualquiera, yo sé que no es así- cerró los ojos, dejó de mirar
y habló.

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