lunes, 29 de enero de 2007

III - viaje

... y viajé.
No sé todavía si con la imaginación o si el viaje fue real,
tal vez un día lo sepa,
pero sí sé que en todo lugar en que estuve no dejé nunca de recordar los rincones de aquel cuarto.
Y en cada ciudad un olor, un nombre, un color, me hicieron sentir que ese cuarto es parte mía y que lo llevo conmigo.
Ya pasó tiempo desde que me fui, y cuando lo recuerdo dudo si mi encierro ahí fue real,
tal vez un día lo sepa.

miércoles, 10 de enero de 2007

I - puerta

Estoy encerrada en esta habitación que ya conozco de memoria. Quedé atrapada desde el tiempo en que acá adentro podía jugar, reír y disfrutar de cada rincón. Ya no.
Hace tiempo que no. Y sin embargo sigo acá. Me quedé. Prisionera de esperar volver a reír.
Hay rincones que no miraba desde hace muchos, muchos días, porque son los rincones en los que nunca más logré reír. Creí que así, simplemente pasando la vista por alto, podían desaparecer. Están ahí.
Hoy me puse a mirarlos, a recorrerlos. Primero con la vista, un rato largo. Después acerqué las manos y tanteé... arrimé un pié, el otro, y acá estoy, parada en medio de uno de ellos.
Infinita tristeza –dice la canción-.
Cuando pude volver a levantar la vista descubrí que desde acá se ve la puerta. Y no está cerrada con llave.
Está entreabierta.

martes, 9 de enero de 2007

estatua

No era ella la que estaba enfrente, lo sabía. Sin embargo, durante ese lapso de tiempo, no hubiera podido asegurarlo. Se vio ahí, como tantas otras veces se sintió, sin poder poner palabras. Inmóvil, apresada en su propio cuerpo y con la voz retenida.
Permaneció mirándose en ese espejo de piedra, reconociendo cada uno de sus rasgos, cada pliegue de su rostro, de sus manos,
como si se viera por primera vez.
Su mirada se detuvo al llegar a los ojos. Creyó ver una lágrima en ese punto corroído de la piedra y la invadió un extraño placer mientras recorría con su mirada una y otra vez las marcas de los trazos del cincel, hasta llegar de nuevo a ese punto. Era un peligroso goce en el que podía llegar a perderse definitivamente, sin hacer otra cosa que estar, que permanecer así, quieta.
Era estatua y era vida también.
Sólo que no lo supo hasta asustarse de sí misma y de tanta quietud alienante.

domingo, 7 de enero de 2007

otra piel

Ella tiene dos capas de piel. Una sobre otra.
Yo la vi despellejarse íntegra, como una víbora cuando muda su piel.
Sólo una vez la vi.
Ella no vio que la miraba. Si no, tal vez, no lo hubiera hecho.
Había quedado en penumbras, las luces y las cámaras se estaban preparando para la siguiente escena.
Vi cómo de a poco, pero con un movimiento casi imperceptible y continuo, se iba despegando de esa especie de funda impermeable y empezaba a aparecer su otra piel.
Ella no vio que la miraba. Si no, tal vez, no lo hubiera hecho.
Yo, en cambio, no podía dejar de observarla.

A partir de ese día, busco en cada pliegue de mi cuerpo cuál es la hendija por la que se vislumbre algo de mi otra piel.